A J.J. QUE AHORA CONTEMPLA, SIN DOLOR, ESE PAISAJE QUE AMÓ TANTO (Cartas cerradas 1968), Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905 - Madrid, 1999)


Y te quise traer un ciprés de Castilla
que hundiera sus raíces hasta tocar tus huesos:
Castilla que cantaste y amaste con locura
cuando faltó a tus pies su barbecho fecundo.

Raíces en lo hondo; copa esbelta en el cielo.
No ese ciprés de Silos que Gerardo cantara,
sino un ciprés aún tierno que creciese a tu vera
señalando al que pase la ruta que seguiste.

Así todos verán al levantar los ojos,
que no estás ahí donde tu nombre queda,
porque el ciprés, cual índice de verdor y esperanza,
guiaría su vista a tu verdad inmutable.

¡Qué guardia de cipreses en la tarde de oro!
y me acordé de ti y de aquellos poemas;
y de los que, después, colmaste con ese Amor
que te acunó la muerte.
Yo te quise traer un ciprés de Castilla.
¿Para qué? me pregunto. ¡Si ya la tienes toda!


Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905 - Madrid, 1999) nació en una familia social y económicamente bien situada. Pudo, por ello, recibir una exquisita formación académica y cultural que, probablemente, contribuyó a la formación de su delicada sensibliidad. En su adolescencia fue lectora  de Verlaine, Lamartine, Víctor Hugo y Maeterlink. De entre las mujeres que formaron parte de la Generación del 27 (Concha Méndez, Rosa Chacel, Josefina de la Torre, Carmen Conde...), "Ernestina fue entre los años 20 y 30 la primera e indiscutible voz del grupo". Participó en las reuniones que organizaban Juan Ramón y Zenobia en su casa, donde conoció la poesía moderna y clásica inglesa. Se casó con Juan José Domenchina, que fue poeta y secretario personal de Manuel Azaña al proclamarse la II República. Tras la Guerra Civil se exilió a México, donde, a diferencia de su marido, encontró una segunda patria. 

En 1948 conoció en Estados Unidos, donde visitaba a Juan Ramón y Zenobia, a una nieta de W. Irving, conversa al catolicismo. También conoció en esos años la obra de Thomas Merton, norteamericano converso al catolicismo en 1938. Estas lecturas fortalecieron los vínculos religiosos de Ernestina. En 1950 empezó a frecuentar una residencia universitaria dirigida por mujeres del Opus Dei, pasados dos años solicitó la admisión en la Obra. A partir de entonces su obra poética cogió un nuevo rumbo, haciendo madurar los temas religiosos en su poesía y adquiriendo un tono místico en su obra. 

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA (1941), Rafael Alberti (Cádiz, 1902-1999)


Se equivocó la paloma.
Se equivocaba.
Por ir al norte, fue al sur.
Creyó que el trigo era agua.
Se equivocaba.
Creyó que el mar era cielo;
que la noche, la mañana.
Se equivocaba.
Que las estrellas, rocío;
que la calor, la nevada. 
Se equivocaba.
Que tu falda era su blusa;
que tu corazón, su casa.
Se equivocaba.
(Ella se durmió en la orilla.
Tú en la cumbre de una rama).






Rafael Alberti nació en 1902 y murió 1999 en Puerto de Santa María (Cádiz). Es considerado una de las principales figuras de la Edad de Plata de la literatura española, la Generación del 27. En su paso por la Residencia de estudiantes pudo unirse a otros grandes escritores y artistas como Lorca, Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Buñuel, Dalí... Este poema apareció en en su libro Entre el clavel y la espada, publicado en 1941 en Buenos Aires, por la editorial Losada, y dedicado al poeta chileno Pablo Neruda 

LA CASA ESTÁ MÁS JUNTA QUE UNA LÁGRIMA (1971), Luis Rosales (Granada, 1910 - Madrid, 1992)


Señor, ya sé que estas palabras no son dignas de Ti,
ya lo sé,
pero quiero pedirte, de algún modo, que no derribes aún aquella casa de La Coruña,
que la defiendas de la lluvia
y no le cobres demasiado alquiler frente a la muerte,
porque la casa es tuya,
porque la casa es tuya igual que es nuestro un año,
porque la casa es como un año,
como un marjal de tierra y de madera,
como un abrigo viejo donde el cuerpo anochece descansando,
y, además, quiero decirte que he estado en ella este verano
y sé muy bien que no molesta a los vecinos
porque no existe en ella ruido alguno,
porque nadie anda en ella,
porque sus habitantes, desde hace mucho tiempo, no se mueven,
no se pueden mover: son igual que paredes que nos miran,
son igual que paredes donde crecen los niños,
son igual que paredes donde la cal impide que progrese la humedad visitante,
y quisiera añadirte que tal vez se llegará a tapiar aquella casa,
se llegará a cerrar sobre sí misma,
si Tú te olvidas de los viejos,
si Tú te olvidas de que son ellos los que no pueden enfermar,
porque son necesarios como puertas,
como puertas que están siempre de pie,
y que se mueven, además, cuando es preciso, para modificar la cerrada disposición de las paredes,
para que todas se comuniquen entre sí,
para que todas las habitaciones puedan tener vista al mar,
para que todas las ventanas sigan mirándonos desde los párpados de Dios.








Luis Rosalesnació en Granada el año de 1910. Estudió el bachillerato en los PP. Escolapios de su ciudad natal. Licenciado en Filosofía y Letras. En Madrid inició su carrera literaria publicando su
s primeros versos en el número 2 de la revista Los Cuatro Vientos. Ha colaborado en las más importantes revistas de poesía y ha sido redactor de Vértice. Sus artículos han aparecido en numerosos diarios españoles. En 1940 se licenció en Filología en la Universidad de Madrid, de la Real Academia Española. DirigióCuadernos Hispanoamericanos del Instituto de Cultura Hispánica. En 1951 recibió el “Premio Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera”, y en 1983 el “Premio Cervantes”. Murió en Madrid el 24 de octubre de 1992.

A LA ESTEPA UN VIENTO SUR (Marinero en tierra, 1925), Rafael Alberti


A la estepa un viento sur
convirtiéndola está en mar.

¡Alegría!
Ya la mar está a la vista.

¡Alegría!
Pronto voy a navegar.

¡Alegría!
Ya mis sueño marinero
-¡alegría!- va a zarpar.





Rafael Alberti nació en 1902 y murió 1999 en Puerto de Santa María (Cádiz). Es considerado una de las principales figuras de la Edad de Plata de la literatura española, la Generación del 27. En su paso por la Residencia de estudiantes pudo unirse a otros grandes escritores y artistas como Lorca, Salinas, Guillén, Gerardo Diego, Buñuel, Dalí... Con Marinero en tierra recibió el Premio Nacional de literatura en 1925, y es uno de los hitos fundamentales de su obra. Se ha dicho que es una poesía "leve, grácil, llena de luz y musicalidad, de imágenes y criaturas imaginadas, expresión de la creciente melancolía del muchacho de mar anclado en tierra." 


LAS ALAS CIEGAS (1977), Luis Rosales (Granada, 1910 - Madrid, 1992)

Las alas ciegas


Quien no sufre se quema,
y yo recuerdo que la primera vez que hablamos
me mirabas con tal intensidad
que te quedabas añadida a mis ojos.
Así ha pasado el tiempo desde entonces
y las cosas que he vivido contigo se convirtieron en
    necesidades
y la vida que no vivimos juntos es una casa sin ventanas.
Las alas llevan a la niñez,
pero tú me mirabas de tal modo,
me mirabas doliendo de tal modo,
que a partir de aquel día no he logrado saber
si hay que vivir o hay que morir lo que se ama
pues cuanto no se muere más de una vez en nuestra vida
no llega a madurar: es gratuito.

Morir es un aprendizaje
¿no recuerdas que los amigos que más queremos
se nos fueron haciendo indispensables,
poco a poco,
y hoy los vemos andar como sonámbulos en el sueño de
    Dios,
y su rostro al mirarlo se desdibuja,
nos parece movido
como
cayendo a bien morir?

El temblor es un muro que separa la sangre en dos orillas,
y ahora quiero decirte,
amiga mía,
que aquel diálogo primerizo no ha terminado aún,
no puede terminar
ya que “la muerte no interrumpe nada”
y esto no son palabras son latidos
y distienden la sangre como se alargan las palabras cuando
    haces el amor.

Quien no sufre se quema,
y yo quiero decirte,
quiero añadir aún
que hay ocasiones en que la certidumbre de vivir se hace tan
    dirimente
que ya no puede sostenerte ni sostenerla.
No lo olvides,
amiga mía,
hay personas que no saben que sufren y hay personas que
    no saben sufrir
como hay lugares en el mundo donde nunca ha volado una
    paloma,
y tú sabes muy bien que cuando estoy a tu lado nunca te
    dejo de mirar porque temo perderte,
no sé cómo, no sé cómo
                                            no sé,
pero temo perderte cuando juntas el cielo con la tierra,
cuando lo juntas todo: la víspera, el insomnio, los adioses,
la nieve cuando cae,
¿no recuerdas su lástima cayendo?
¿no recuerdas también
que el amor tiembla al derramarse para juntar dos cuerpos,
y es lo mismo que un gas que al concentrarse se licua

Morir es como amar,
morir es un aprendizaje progresivo
y asiduo,
y yo recuerdo otros momentos tuyos
más difíciles
en los que me mirabas con los ojos empalizados
y la sonrisa veraneándote en la boca,
pues cuando estás a la defensiva
la indecisión te agrieta un poco,
te va agrietando lentamente
como la carne se cae del cuerpo con la lepra.

Las alas llevan a la niñez,
esto está claro, pero ahora,
para que nunca vuelvas a sufrir,
voy a inventarte una alegría,
voy a extraer,
de donde esté,
algún recuerdo tuyo que pueda sostenerte,
y te recuerdo niña,
te veo despertar cada mañana en un pueblo distinto,
y te estoy viendo sola, callejeando y velocísima
con las trenzas siguiéndote y corriendo
cada vez más amparadoras
para no separarse de tu cuello y de ti,
y he sentido crecer tus ojos, tus zapatos,
tu cabello que busca el mar para embarcarse,
y he visto que tu cuerpo te llevaba en volandas,
y no podías gritar
porque ya entonces ibas con tu secreto al hombro,
mientras que toda la población del cielo te miraba
    escandalizada
repitiendo con los labios jaculatorios y contumaces:

—¡Caramba con la niña!—

Y después, al llegar a tu casa, como un copo de nieve se
    deshace,
te quedabas dormida con el cuerpo despierto,
con el cuerpo corriendo todavía,
y la noche era un puente roto
sin más,
sin otra cosa,
hasta que muy de mañanita te lavabas de chapuzón,
y subías al dormitorio de tus padres para besarlos sin chistar,
y como entonces no tenías en el mundo más amiga que el
    ama,
te marchabas al colegio con ella
y en el momento en que llegabais juntas a la calle,
todo se hacía domingo porque os necesitabais mutuamente
y ella reunía su desamparo con el tuyo,
y te miraba para vivir,
y te hablaba despacio y tiritando las palabras
con la voz agachada mientras marchabais apretujándoos
ya que a ti te gustaba pisar seguido, muy seguido y sin
    salirte del bordillo;
y no sé cómo podíais llevar el mismo paso
porque tú andabas como saltando y ella andaba como
    rezando;
y yo he visto esa calle muchos años después
y la he mirado con los ojos que tú entonces tenías,
y la calle era un árbol con monjas en las ramas,
no me digas que no,
no me interrumpas,
ya sé que en torno del colegio la calle era distinta
como si comenzase a hablar contigo en una lengua vuestra,
pero al llegar hasta el zaguán en donde os despedíais,
te sentías desahuciada,
y comenzabas a tener un temblor muy despacito pero muy
    junto,
pues al quedarte sola vivías tu vida entera
como se vive una premonición.

Y esto es lo que recuerdo,
lo que he podido recordar
cuando vuelvo a mirarme en tus ojos de niña para tratar de
    devolverte algo,
una migaja de alegría,
siguiendo el vuelo de las alas ciegas. 

11 y 12 de agosto de 1977
(Diario de una resurrección, 1979)





Luis Rosales, nació en Granada el año de 1910. Estudió el bachillerato en los PP. Escolapios de su ciudad natal. Licenciado en Filosofía y Letras. En Madrid inició su carrera literaria publicando sus primeros versos en el número 2 de la revista Los Cuatro Vientos. Ha colaborado en las más importantes revistas de poesía y ha sido redactor de Vértice. Sus artículos han aparecido en numerosos diarios españoles. En 1940 se licenció en Filología en la Universidad de Madrid, de la Real Academia Española. DirigióCuadernos Hispanoamericanos del Instituto de Cultura Hispánica. En 1951 recibió el “Premio Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera”, y en 1983 el “Premio Cervantes”. Murió en Madrid el 24 de octubre de 1992.

YO CANTO LO QUE TÚ AMABAS, VIDA MÍA... (Gabriela Mistral, Chile, 1889- Nueva York, 1957)

  
Yo canto lo que tú amabas, vida mía,
por si te acercas y escuchas, vida mía,
por si te acuerdas del mundo que viviste,
al atardecer yo canto, sombra mía.


Yo no quiero enmudecer, vida mía.
¿Cómo sin mi grito fiel me hallarías?
¿Cuál señal, cuál me declara, vida mía?


Soy la misma que fue tuya, vida mía.
Ni lenta ni trascordada ni perdida.
Acude al anochecer, vida mía;
ven recordando un canto, vida mía,
si la canción reconoces de aprendida
y si mi nombre recuerdas todavía.


Te espero sin plazo ni tiempo.
No temas noche, neblina ni aguacero.
Acude con sendero o sin sendero.
Llámame a donde tú eres, alma mía,
y marcha recto hacia mí, compañero.





Gabriela Mistral (Chile, 1889 - Nueva York, 1957) nació en una pequeña localidad del norte de Chile, Vicuña. Su nombre es un pseudónimo y toma inspiración de los nombres de Gabriel d'Annunzio y Fréderic Mistral. En 1914 ganó unos Juegos Florales, y fue a partir de entonces cuando se le empezó a reconocer como poeta (o poetisa). En 1922 publicó su primera obra, y después comenzó a viajar por América y Europa. Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en el año 1945 y falleció en Nueva York en 1957. Además de su dimensión poética, que no siempre se valora como debiera (por ciertos prejuicios, o más bien in-ciertos), se le considera una personalidad de relieve por su quehacer impulsor de la cultura y por la lucha que lleva a cabo en pro de la justicia social y los derechos humanos. 


DEBE SER NIÑO PORQUE PINTA (2011), Carlos Izquierdo (Valencia, 1973)


Debe ser niño porque pinta
las láminas del cielo con colores imposibles.

Con manos húmedas de luz los va extendiendo
sobre el fondo silencioso de la tarde.

Estas texturas sugieren manotazos
rebosantes de pintura y de infinito.

Y una lámina tras otra las arranca
para emborronar otras nuevas sin límites absurdos.

Para mezclar incansable los ocres, los dorados, bermellones...
y dejar goteando un fuego en la retina.

¿A quién ofrecerá estas abstracciones imposibles?
¿Hacia quién está extendiendo sus brazos infantiles?

Porque debe ser Niño y mi certeza
mi certeza es la de ser su garabato en esta esquina.



Carlos Izquierdo (Valencia, 1973). Abogado, poeta, inició en el año 1991 la Tertulia Cuadrante, que desarrolló una intensa actividad cultural en el entorno universitario valenciano de los noventa. Escritor independiente, estuvo alejado de los círculos literarios hasta que en 2009 empieza a participar en las actividades de la Asociación Poética Caudal. Tiene escritos varios poemarios inéditos, siendo Cuadernos de instantes (donde se recoge este poema) el primero que ve la luz gracias al Premio Joaquín Benito de Lucas 2011. Otros títulos son Los versos del insomnio, Éxodo, Volumetría de una nube y Los cuatro elementos. 

HECES, César Vallejo (1892-1938)




Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.



Esta tarde es dulce.  Por qué no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.



Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "No seas así!"



Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.



Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.



Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.



Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!





César  Vallejo nació en Perú y murió en París. Es (fue) poeta y escritor y se sitúa entre los más grandes innovadores poetas del XX. Fue "el más grande poeta universal después de Dante", según Merton. Publicó en Lima sus dos primeros poemarios: Los heraldos negros, con poemas formalmente modernistas pero con un alma que busca ya otra cosa; y Trilce, donde ya posee un personal lenguaje poético. En 1923 se fue a Europa, despidiéndose de su tierra para siempre. 
En la última etapa de su vida no publicó poemarios, aunque escribió algunos que serían publicados póstumamente. Sus poemas póstumos fueron agrupados en dos poemarios: Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, publicados en 1939 gracias al empeño de su viuda. La poesía reunida en estos últimos poemarios es de corte social, con esporádicos temas de posición ideológica y, sobre todo, profundamente humanos. Para muchos críticos, los “poemas humanos” constituyen lo mejor de su producción poética, que lo han hecho merecedor del calificativo de “poeta universal”.

HOMBRE, Blas de Otero (Bilbao, 1916 - Madrid, 1979)


  
Luchando, cuerpo a cuerpo, con la muerte,
al borde del abismo, estoy clamando
a Dios. Y su silencio, retumbando,
ahoga mi voz en el vacío inerte.



Oh Dios. Si he de morir, quiero tenerte
despierto. Y, noche a noche, no sé cuándo
oirás mi voz. Oh Dios. Estoy hablando
solo. Arañando sombras para verte.



Alzo la mano, y tú me la cercenas.
Abro los ojos: me los sajas vivos.
Sed tengo, y sal se vuelven tus arenas.



Esto es ser hombre: horror a manos llenas.
Ser —y no ser— eternos, fugitivos.
¡Ángel con grandes alas de cadenas!







Blas de Otero es uno de los más grandes poetas que nos ha dado el siglo XX. Desde una postura que parte del existencialismo se plantea (y se planta ante) el sufrimiento humano, un misterio en el que indaga a través de sus versos, y lo hace también aprovechando con gran acierto recusos de tipo fonético, rítmico, musical.

De su poesía se suelen distinguir tres etapas, las dos primeras -religiosa y existencial- con un marcado carácter más íntimo y la tercera -social- con una vertiente más política e influenciada por el acontecer de su tiempo.

Ha sido distinguido con premios como el Premio Boscán (1950), el Premio de la Crítica (1958), el Premio Fastenrath (1961) o el Premio Casa de las Américas (1964).

EN DOS PRISIONES ESTÓ, Garci Sánchez de Badajoz (1450-1520)


 
En dos prisiones estó
que me atormentan aquí:
la una me tiene a mí,
y a la otra la tengo yo.
Y aunque de la una pueda,
que me tiene, libertarme,
de la otra que me queda
jamás espero soltarme.

Ya no espero, triste, no,
verme libre cual nací,
que aunque me suelten a mí,
no puedo soltarme yo.