SI ME LLAMARAS, SÍ, SI ME LLAMARAS (La voz a ti debida, 1933), PEDRO SALINAS (1891-1951)



¡Si me llamaras, sí; 
si me llamaras! 

Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras! 


Y aún espero tu voz:
telescopios abajo,
desde la estrella,
por espejos, por túneles,
por los años bisiestos
puede venir. No sé por dónde.
Desde el prodigio, siempre.
Porque si tú me llamas
«¡si me llamaras, sí, si me llamaras!»
será desde un milagro,
incógnito, sin verlo. 


Nunca desde los labios que te beso,
nunca
desde la voz que dice: «No te vayas».





EPITAFIO PARA UNA MUCHACHA (1961), María Victoria Atienza (Málaga, 1931)


Porque te fue negado el tiempo de la dicha 
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas. 
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico 
y la tierra no supo lo firme de tu paso.


Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente 
-tal se entierra a un vencido al final del combate-, 
donde el agua en noviembre calará tu ternura 
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio. 


Quieta tu vida toda al tacto de la muerte, 
que a las semillas puede y cercena los brotes, 
te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca 
sabrás el estallido floral de primavera. 






María Victoria Atienza nació en Málaga en el año 1931. Sus primeras publicaciones aparecen en un medio apasionado por las ediciones restringidas, cuidadísimas y no venales, e incluso impresas en un papel hecho en su propia casa. Ello, unido a los quince años de silencio que median entre Arte y parte (1961) y Marta & María (1976), hace que su nombre suela omitirse en las nóminas -configuradas por entonces- de la generación que cronológicamente le corresponde (la "2ª de Posguerra") y que reaparezca en los índices de la generación poética siguiente (la de los "Novísimos") a la que realmente pertenecen sus nuevos y ya asentados modos de expresión. 
Nunca ha concurrido a premios literarios pero posee el Premio Andalucía de la Crítica, el Nacional de la Crítica, el bienal Luis de Góngora de las Letras Andaluzas, el Ciudad de Granada - García Lorca, y el Real Academia Española 2012. Es miembro de las Reales Academias de Bellas Artes de Málaga, Cádiz, Sevilla, Córdoba y San Fernando, y Honorary Associate de The Hispanic Society of America de Nueva York. Es Medalla de Oro de la Provincia de Málaga e Hija Predilecta de Andalucía. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Málaga. Llevan su nombre, en Málaga, un Instituto de Enseñanza Secundaria y una Avenida. Es piloto de aviación. Casada con Rafael León (1931- 2011) y madre de cuatro hijos. Recientemente ha sido galardonada con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. 

AJENO (Alianza y condena, 1965), Claudio Rodríguez (Zamora, 1934 - Madrid, 1999)


Largo se le hace el día a quien no ama
y él lo sabe. Y él oye ese tañido
corto y duro del cuerpo, su cascada
canción, siempre sonando a lejanía.

Cierra su puerta y queda bien cerrada;
sale y, por un momento, sus rodillas
se le van hacia el suelo. Pero el alba,
con peligrosa generosidad,
le refresca y le yergue. Está muy clara
su calle, y la pasea con pie oscuro,
y cojea en seguida porque anda
sólo con su fatiga. Y dice aire:
palabras muertas con su boca viva.
Prisionero por no querer, abraza
su propia soledad. Y está seguro,
más seguro que nadie porque nada
poseerá; y él bien sabe que nunca
vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama,
¿cómo podemos conocer o cómo
perdonar? Día largo y aún más larga
la noche. Mentirá al sacar la llave.
Entrará. Y nunca habitará su casa.




Claudio Rodríguez De escasa producción, ha alcanzado el reconocimiento y la admiración de cuantos se han asomado a su obra. Dueño de un mundo muy particular y de un lenguaje sorprendente y fervoroso, Claudio Rodríguez es, además del maestro de muchos jóvenes poetas actuales, un influyente creador cuya poesía sigue promoviendo lectores. Fue premiado con el Premio Adonáis a los  18 años por Don de la ebriedad, libro que impresionó profundamente a Aleixandre. Recibió el Premio de la Crítica en 1966 por el poemario que contiene estos versos. Tuvo amistad con numerosos poetas de su tiempo y fue en los años setenta cuando tuvo lugar su verdadera consagración como poeta.


TIEMPO (Versos, 1920 - 1928), Dulce María Loynaz (La Habana, 1902 - 1997)

1
El beso que no te di
se me ha vuelto estrella dentro...
¡Quién lo pudiera tornar
-y en tu boca...- otra vez beso!


2
Quién pudiera como el río, 
ser fugitivo y eterno:
Partir, llegar, pasar siempre 
y ser siempre el río fresco...


3
Es tarde para la rosa.
Es pronto para el invierno.
Mi hora no está en el reloj...
¡Me quedé fuera del tiempo!


4
Tarde, pronto, ayer perdido... 
mañana inlogrado, incierto 
hoy... ¡Medidas que no puede
fijar, sujetar un beso!...


5
Un kilómetro de luz,
un gramo de pensamiento...
(De noche el reloj que late 
es el corazón del tiempo...)



6
Voy a medirme el amor 
con una cinta de acero.
Una punta en la montaña:
La otra... ¡Clávala en el viento!...





Dulce María Loynaz nació en la Habana un 10 de diciembre, el del año 1902. A los 10 años escribió sus primeros versos. A los 20 llegó Pablo, su primer amor, con quien -tras un divorcio- se casaría, y su primera partida, un viaje a Estados Unidos. Durante estos años publica en algunos periódicos y escribe sus Diez sonetos a Cristo, además de ser incluída en importantes antologías. Mereció el Premio Cervantes de Literatura en el año 1992. Viajó por numerosos países y mantuvo amistad y correspondencia con una gran cantidad de poetas, escritores y artistas de su tiempo: Juan Ramón Jiménez, Ángela de Mela, Gabriela Mistral, Federico García Lorca, Juana de Ibarbourou... Es llamativa la sencillez con que se presenta y la admiración que profesa a estos escritores, a pesar de que ellos la consideraban superior. Murió el 27 de abril del año 1997. 

NANA DE LA VIRGEN MARÍA (1949), Claudio Rodríguez (Zamora, 1934 - Madrid, 1999)


Duérmete, Niño amante
luz de mi sueño.
Duérmete sin cuidados
que yo te velo

Cuando caiga la noche
sobre el silencio,
se hará cojín de espumas
mi blanco pecho.

Cuando frías estrellas
nieven del cielo
será para tu carne
pañal mi beso.

Cuando sepan pastores...
Cuando el misterio...
¡Duérmete, Niño amante,
luz de mi sueño!

¿Por qué tienes los ojos
limpios y abiertos?...
Ya más no puedo darte...
Duerme, lucero.
Duérmete. Mira:
hosannas
dicen los vientos...
(Despacio...
Callad
Despacio,
que está durmiendo...)



Claudio Rodríguez. De escasa producción, ha alcanzado el reconocimiento y la admiración de cuantos se han asomado a su obra. Dueño de un mundo muy particular y de un lenguaje sorprendente y fervoroso, Claudio Rodríguez es, además del maestro de muchos jóvenes poetas actuales, un influyente creador cuya poesía sigue promoviendo lectores. Fue premiado con el Premio Adonáis a los  18 años por Don de la ebriedad, libro que impresionó profundamente a Aleixandre. Tuvo amistad con numerosos poetas de su tiempo y fue en los años setenta cuando tuvo lugar su verdadera consagración como poeta. 

JESÚS, EL DULCE, VIENE, Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881 - Puerto Rico, 1958)

  
Jesús, el dulce, viene...
Las noches huelen a romero...
¡Oh, qué pureza tiene
la luna en el sendero!

Palacios, catedrales,
tienden la luz de sus cristales
insomnes en la sombra dura y fría...
Mas la celeste melodía
suena fuera...
Celeste primavera
que la nieve, al pasar, blanda, deshace,
y deja atrás eterna calma...

¡Señor del cielo, nace
esta vez en mi alma!


DIÁLOGO ENTRE DIOS PADRE Y EL ÁNGEL DE LA GUARDA DEL NIÑO QUE REGRESABA DE BELÉN (Retablo de Navidad), Luis Rosales (Granada, 1910 - Madrid, 1992)


¿La mula?
-Señor, la mula
está cansada y se duerme,
ya no puede dar al niño
un aliento que no tiene.

-¿La paja?
-Señor, la paja
bajo su cuerpo se extiende
como una pequeña cruz
dorada pero doliente.

-¿La Virgen?
-Señor, la Virgen
sigue llorando.

-¿La nieve?
-Sigue cayendo; hace frío
entre la mula y el buey.

-¿Y el niño?
-Señor, el niño
ya empieza a mortalecerse
y está temblando en la cuna
como el junco en la corriente.

-Todo está bien.
-Señor, pero…

-Todo está bien.
Lentamente
el ángel plegó sus alas
Y volvió junto al pesebre.



III, Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905 - Madrid, 1999)


Todo el silencio del mundo
se concentra en el establo.
Callan los que están dentro,
calla el que llega cantando,
callan suspiros y risas.

El Niño mira callado
con sus ojos de luz tierna
a quien viene a contemplarlo.

Un aire nuevo, cernido,
agita suave los mantos
de María y de José.
Estamos en ningún lado,
en el alba de la tierra.

Amanecer rosa y blanco
del principio de la Vida.

Todo calla en el establo. 




II, Ernestina de Champourcin (Vitoria, 1905 - Madrid, 1999)

II

Y estabas, simplemente
ante ti, Dios pequeño
escondido e inerme
en tu cuerpo tan nuevo,
en tu llanto reciente.

Estás mientras le miras
o en tus brazos se duerme.
¡Qué limpio, qué sencillo
tu modo de quererle!

Al pastor de fe pura
y a los clarividentes
magos ricos en dones
silenciosa le ofreces.

No hace falta que hables.
Aquí estás, simplemente.
Tu estar es una rosa
que en la nieve florece. 




EL SALTO, León Felipe (Zamora, 1884 - Ciudad de México, 1968)

 
Somos como un caballo sin memoria,
somos como un caballo
que, no se acuerda ya
de la última valla que ha saltado.

Venimos corriendo y corriendo
por una larga pista de siglos y de obstáculos.
De vez en vez, la muerte...
¡el salto!
y nadie sabe cuántas
veces hemos saltado
para llegar aquí, ni cuántas saltaremos todavía
para llegar a Dios que está sentado
al final de la carrera...
esperándonos.

Lloramos y corremos,
caemos y giramos,
vamos de tumbo en tumba
dando brincos y vueltas entre pañales y sudarios.

(Audio del poema)



León Felipe (Zamora, 1884 - Ciudad de México, 1968) viajó por España por causa de su trabajo como farmacéutico. También recorrió el país como cómico de una compañía de teatro. Estuvo en la cárcel cerca de tres años y su vida bohemia lo colocó en una apretada situación económica hacia 1919. Por su condición de republicano se exilió en 1938 a México. Nunca ha sido reconocido como un poeta mayor. Aunque su impaciente canto a la libertad, sus enérgicos versos y su indudable sensibilidad poética han llevado a muchos a reivindicar su valía y un merecido reconocimiento.